Cómo nos educaron
ALGUNAS NOTAS ACERCA DEL SISTEMA EDUCATIVO EN EL COLEGIO NUESTRA SEÑORA DEL RECUERDO (CHAMARTÍN)
DURANTE LOS AÑOS 60
DURANTE LOS AÑOS 60
Javier Roldán Mariscal
A partir de 1959, el Colegio Nª Sª del Recuerdo (Chamartín) Pl. Duque de Pastrana, 5, que había sido Facultad de Filosofía de
Por su sistema educativo, concebido para “formar” hombres en la ciencia y en la fe, podemos decir, con la perspectiva temporal que ofrecen cuarenta años, que era algo más que un colegio de los muchos que a la sazón existían, de curas o de frailes, en donde se podía hacer el bachillerato y preuniversitario para poder acceder a la universidad posteriormente.
El curso académico estaba dividido de modo semejante a los demás centros educativos (como en la actualidad), en tres trimestres que comenzaban en octubre y terminaban a finales de junio, separados por las vacaciones de Navidad y Semana Santa.
Los controles, evaluaciones, exámenes, revisiones o como se quieran llamar, eran veintenales. Venían a coincidir con los meses naturales y no sólo se evaluaba la adquisición de conocimientos en cada asignatura o “aprovechamiento”, sino también y con el mismo rigor, se controlaba el comportamiento en general o “conducta”. Para evaluar el aprovechamiento, en las dos primeras veintenas de cada trimestre la mayoría de los profesores hacían al menos un examen o composición escrita llamada familiarmente por los alumnos “compota”. En la tercera veintena de cada trimestre tenían lugar los exámenes trimestrales (primer y segundo trimestre) y finales (tercer trimestre) que eran escritos y anónimos. Había profesores que hacían composición semanal (Sr. Negro, Matemáticas 4º curso). El sistema era tan eficaz que había algunos, como el citado Sr. Negro, que una vez corregida por él en clase la composición, tenías que devolvérsela por escrito copiada correctamente tantas veces como le faltaba a tu nota para el diez. Eran las famosas alcabalas. Otras veces los controles eran más “fuertes”: eran orales. Toda la clase formaba un corro alrededor de los pupitres y el profesor hacía una pregunta a cada uno. Si contestabas bien te quedabas en ese corro, si no, bajabas al siguiente y ya tenías un punto menos (P. Terol, Religión 3º curso). O bien, con el mismo sistema corro, la respuesta correcta puntuaba “1” , la no correcta “0” y la que se aproximaba a la correcta pero no lo era del todo “0 con cuernos” (P. Menéndez, Inglés 3º curso). Por no citar más ejemplos, el último: exámenes de formulación química de respuesta instantánea (Sr. Esteban, Química 5º curso). El profesor leía la fórmula del compuesto químico y tú en ese momento, tenías que escribir el nombre del compuesto. Y viceversa.
Pero los profesores no se limitaban a impartir y evaluar los contenidos de sus respectivas asignaturas. La transversalidad de la formación era evidente en lo referente a conducta y otros aspectos similares. Había profesores que tenían a gala educar además de instruir. Cuando, en clase, algún alumno incurría en una falta de educación, era corregido por
el profesor en el acto. “En mi clase se aprende latín... y otras cosas” (Sr. Franco, Latín 3º curso). Se había inventado la educación transversal y yo con estos pelos.
El control de la conducta se realizaba mediante tres indicadores: “deberes religiosos”, “conducta general” y “urbanidad”. En el reverso del “Boletín de Notas” entregado personalmente a cada alumno cada veintena, en el punto 1 se lee literalmente: “La nota de deberes religiosos se refiere a la asistencia, puntualidad y comportamiento externo en las prácticas de piedad. La nota de conducta general expresa: a) adaptación al orden y disciplina general (silencio, puntualidad, conducta en clase, obediencia); b) entrega al estudio; c) colaboración y espíritu social (compañerismo, servicialidad, participación en las actividades colegiales, espíritu apostólico). La urbanidad refleja: a) corrección social (palabras y conversaciones y la veracidad); b) aseo personal; c) civismo, respeto del material escolar”.
Cada veintena lectiva, tras la evaluación correspondiente, se procedía a la pública “lectura de notas” curso a curso. Se reunía a cada curso completo, cinco secciones, unos 150 alumnos, en la “sala de notas” (salón concebido ad hoc) y por orden de lista te nombraban, te levantabas y el P. Prefecto leía desde la tarima en voz alta tus notas. Cuando acababa de leerlas, te decía el “conjunto”. En el citado reverso de los boletines se puede leer en el punto 4: “Cada suspenso del alumno está representado en las Notas por una Sanción. La nota de sobresaliente en todo se premia con Excelencia de Honor; la de notable con la Excelencia , y la de aprobado, no inferior a seis, con el Accésit.” El “conjunto” consistía en alguno de los citados en negrita (en caso de Sanciones te decían el número de), o nada si tenías algún cinco. El punto 5 del reverso decía: “Las Notas deben ser el principal estímulo de la vida escolar. Pero para ello es necesario que las familias les concedan la importancia que tienen y que acomoden a ellas un régimen doméstico de castigos y premios.” Obsérvese que en el régimen primero van los castigos y luego los premios.
Este complejo procedimiento evaluativo devenía si cabe más prolijo, por lo que de acicate podía tener, al menos para algunos, con las denominadas “proclamación de dignidades” y “entrega de premios”. Se realizaban cada trimestre. El acto solemne tenía lugar en el Salón de Actos del Colegio de Areneros, que no era sino un teatro en toda regla. Al final del primero y segundo trimestres se proclamaban dignidades (a partir del curso 1962-63 sólo al final del segundo trimestre); al final de curso se distribuían los premios. Nuevamente hemos de citar nuestro documento “Boletín de Notas” y sus advertencias al dorso. El punto 6 dice textualmente: “Cada nota del Curso influye en los Premios del Colegio y en la calificación final.” Esto se traducía en que para poder recibir premio de conducta no podías tener nota inferior a ocho, durante todo el curso, en los controles del punto 1. Pero vayamos por partes.
Las dignidades se proclamaban por curso y por sección o clase. Para las dignidades de curso computaban las notas de conducta y de aprovechamiento a la vez. Eran como de orden superior. Las dignidades de sección podían ser de conducta o de aprovechamiento y eran compatibles entre sí.
Dignidades de curso:
En Preu, Príncipe del Colegio, dignidad máxima, el no va más.
En Sexto, Regulador, también muy principal (después del Príncipe, el mejor).
En Tercero, Subregulador (el mejor del curso en todo).
En cada curso, Brigadier, Subrigadier y Cuestor (los tres mejores de cada curso).
Dorso boletín de notas.
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Calificaciones veintenales.
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Calificaciones de exámenes trimestrales.
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Calificaciones de fin de curso.
Conjuntos alcanzables por evaluación.
Medallas de dignidades.
Medallas de premios.
El Brigadier era el mejor en aprovechamiento y conducta (máximas calificaciones) en todos los cursos excepto en los que había Subregulador, Regulador y Príncipe (Tercero, Sexto y Preu), que estaban por encima. El Subrigadier le sustituía en caso de ausencia. El Cuestor pasaba la bolsa cada sábado. Se apostaba entre las filas, bolsa en mano y brazos extendidos, en medio de uno de los largos pasillos por donde desfilaba todo el curso para ir a la actividad correspondiente.
Dignidades de sección (5 secciones por curso):
De conducta: 1 Tribuno (recogía las pelotas al acabar los recreos interclase), 3 Ediles (borraban la pizarra, bajaban los toldos de la clase cuando sol y apuntaban al que hablaba cuando no profesor) y 2 Jefes de Fila (unicamente en los cursos de pequeños, es decir, de Primero a Tercero, los de Cuarto a Preu eran mayores; se ve que desfilaban muy bien).
De aprovechamiento: 1 Emperador y 3 Cónsules (los 4 mejores de la clase).
Estas últimas dignidades no tenían misión específica conocida. Pero quedaba muy bien ser el más dieces. De todas formas, bueno es aclarar que había profesores cuya calificación máxima empleada era el nueve; jamás ponían un diez porque, según su criterio, “los dieces son para El Niño Jesús” (P. Terol, Religión 3º curso), aunque sin lugar a dudas se refería a los indicadores del punto 1.
Quedabas proclamado dignidad cuando te nombraban, te colgaban la correspondiente medalla y subías al escenario del Salón de Actos. La medalla tenías que pagarla si te la querías quedar (35 pts en Chamartín, en Areneros en los años 50, 25 pts ), si no, la devolvías al día siguiente.
En el desarrollo del acto, era frecuente la actuación de la escolanía del Colegio con el entonces joven director César Sánchez, que para algo la había fundado en 1961.
Como algo más que anécdota curiosa, cabe reseñar que el actual P. General de la Compañía de Jesús, el palentino Adolfo Nicolás Pachón, antiguo alumno del Colegio de Areneros, fue elegido Príncipe del Colegio en las dos Proclamaciones de Dignidades de su último curso.
La distribución de premios era quizá menos elaborada/complicada. Había premios de aprovechamiento y de conducta, compatibles entre sí. Podían ser primeros premios o segundos premios. Se entregaban siempre a final de curso.
1º premio de aprovechamiento: los 3 mejores de cada clase durante todo el curso.
2º premio de aprovechamiento: los 3 segundos mejores de cada clase durante todo el curso.
1º premio de conducta: ninguna nota inferior a nueve en los indicadores del punto 1.
2º premio de conducta: ninguna nota inferior a ocho en los mismos indicadores.
El acto de entrega/distribución de premios era semejante al de proclamación de dignidades. La medallas como puede apreciarse en las fotos eran distintas de las de dignidades, llevaban el escudo del Colegio, como único motivo, en tamaño mayor y color oro, y no llevaban la cruz de Malta. Estas medallas no había que devolverlas ni pagarlas. Se ve que eran impagables.
Cuenca, mayo de 2.008
(Envío de Gerardo para el blog, con el permiso de Javi)